ECOLOGÍA INDUSTRIAL Y DOMÉSTICA

 

Ni que decir tiene que considero muchísimo más perniciosa la contaminación industrial, sea pública o privada, que la de los hogares.  Bien conocida es la treta de muchas industrias de añadir grandes cantidades de agua a sus vertidos para llegar a los porcentajes permitidos por la ley. Y cuando no es el soborno al poder, es el chantaje: “Si me multas o me prohíbes fabricar este producto, tendré que despedir obreros”. También presionan sobre las fechas acordadas en las conferencias sobre el cambio climático sobre niveles de contaminación para que sean retrasadas. Cierto que en los debates de las conferencias del clima, siempre hay acusaciones de unos países a otros, por ejemplo: -“Tú contaminas más”. A lo que se responde: -“Tú comenzaste antes”.

            Todos queremos un planeta limpio y que se encarguen los gobiernos de poner medidas para frenar la contaminación urbana. Pero que yo pueda coger el coche para un desplazamiento de medio kilómetro y que yo pueda tirar un plástico en la calle, campo o río. “¡Total los demás hacen lo mismo!” Ser limpio con el medio ambiente es molesto e incómodo. Cuando llevo productos envasados no me pesan, pero después de utilizarlos o consumirlos, recoger los envases y llevarlos a su contenedor correspondiente es un engorro. Esto es no mirar más allá de la nariz. Y no vale decir: “Eso que dejo es una minucia”. El que es fiel en lo poco es fiel en lo mucho.

            La mejor manera de luchar contra la contaminación es predicando con el ejemplo, y si hay en el suelo, por ejemplo, un envase cerca de mi casa o cerca de un contenedor, aunque no lo haya tirado yo, recogerlo y depositarlo adecuadamente, aunque solo sea algunos días. También, educadamente, recriminar a quien tira algo fuera de sitio. Y aconsejar aplastar envases para que ocupen menor volumen y quepan más residuos, siendo más eficiente todo el proceso de transporte, selección y reciclaje en planta.

            En las zonas rurales sobre todo, donde no suele haber contenedores para basura orgánica, se puede hacer compost, añadiendo a los residuos del hogar restos de hortalizas producidas en los huertos. Hay restos de hortalizas que son duros para desmenuzar y que tardan en descomponerse, entonces con una hoz o una tijera de podar seto se puede conseguir hacerlo. Y si hay que dejar algo de la planta, se puede perdonar; pero en un trozo apartado, esquina de un huerto se pueden amontonar todos estos restos y, si acaso pasa un reguero cerca, se pueden echar unos calderos de agua para acelerar la fermentación. No hay que tener prisa, si tarda un año este proceso; y si quedan restos sin descomponer, pues para el año siguiente. Y así habremos obtenido un abono natural, económico y ecológico.

            El aumento de la utilización de coches eléctricos está bien, pero hay que ir más allá. No toda la producción de energía eléctrica es limpia, hay centrales térmicas, de combustión de gas o gasoil, amén de centrales nucleares. A las multinacionales eléctricas lo que les interesa es el beneficio, no un planeta limpio. Se les llena la boca anunciando energías renovables, pero impiden descaradamente la producción doméstica sobornando a las administraciones, las cuales ponen mil y una trabas para la instalación de paneles solares y placas fotovoltaicas particulares.

            Pero vuelvo a apelar al consumo energético responsable en los hogares y también de las calefacciones, sean del tipo que sean. Por ejemplo, poner el termostato a 20 grados y ponerse una prenda más para abrigarse. Es inmoral, en invierno, poner 24 grados para estar en camiseta.

            Y volviendo a los acuerdos internacionales, quien comience primero a cumplir esos acuerdos sobre reducción de contaminación, ese país tendrá la autoridad moral para exigir a los demás su cumplimiento.

            En una conferencia, que dio en Vitoria la Asociación para la Prevención de Guerras Nucleares, oí la frase del filósofo francés Pierre Teilhard de Chardin: “Debemos construir una atmósfera de armonía y bondad que preserve a la Tierra de los males internos y externos”.

            Por si esa construcción todavía no ha comenzado, lo hace con este artículo

                                                                                   Honorino Joaquín Martínez